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La estancia en Soqtapata

Una naturaleza tupida donde el silencio delata la ubicación de su despreocupada fauna; una larga y cansada caminata por angostos senderos y cuya compensación sea un baño en el descanso de un accidentado río; una interminable sábana cuyos verdosos matices esconden los misterios de la selva y los resguardan de los rayos solares; un lugar así, en la selva alta de Cusco, llamado Soqtapata.


Abstenerse a romantizar estos escenarios naturales puede costar, sobre todo cuando se trata de lugares remotos que muchas veces —por no decir siempre— escapan de nuestra cotidianeidad. Así llegues a Cusco vía terrestre o aérea, el recorrido hacia Soqtapata por la carretera Interoceánica Sur te ofrecerá simpáticos paisajes que anticiparán tu conexión con la naturaleza.


Papagayos, pumas, osos de anteojos e inoportunos mosquitos son algunos de los animales con los que podrás toparte en el recorrido por este extenso bosque; de hecho, Rafael Pilares, su protector, contó algunas anécdotas con estas especies que pasean libremente por los paisajes.


«Con sartén en mano, levantó la cabeza y se chocó con dos pumas adultos a unos seis metros de él. No se animó a sacar su cámara de fotos. Golpeó fuertemente el implemento de cocina contra el suelo, ellos giraron, lo miraron y saltaron hacia los arbustos hasta desaparecer.»


Soqtapata es una oportunidad para conectar con la naturaleza. Lejos del bullicio de la ciudad, desconectado de la tecnología y divorciado del estrés académico o laboral, esta diversa extensión de selva alta tiene el poder de generar paz a quien lo visite. Además, la grata compañía de la familia Pilares será una de las mayores virtudes que encontrarás.


 
 
 

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