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El oso de anteojos

Para el relato popular, el oso de anteojos era un hombre peludo cuyo talento especial era la danza. El Ukumari —por su nombre en quechua— era conocido en la cosmovisión andina como el hijo de osos y doncellas, personajes míticos que poseían poderes sobrenaturales cuyas funciones eran curar, purificar almas y aumentar el ganado.


En cuanto a la concepción amazónica, el oso de anteojos fungía de mediador entre el mundo de los vivos y los muertos, así como ser considerado como el creador de la vida por algunas comunidades indígenas.


No se trata literalmente de un oso con anteojos que busca corregir una inadmisible miopía —creemos necesario aclararlo—, su nombre parte de las manchas blancas distintivas que posee alrededor de sus ojos y que se asimilan a un par de anteojos. Son muy tímidos y evitan el contacto con los humanos.


Esta especie de oso es la única que vive en Sudamérica y su población más numerosa se encuentra en Perú. Esta especie, endémica de los Andes tropicales, cumple un rol significativo en el equilibrio de ecosistemas debido a su rol depredador, su capacidad para dispersar semillas y polinizar plantas.


Tremarctos ornatus es su nombre científico. Actualmente, regiones como Soqtapata lo alejan del peligro de la caza ilegal y le ofrecen un hábitat estable donde pueda desarrollarse. De igual manera, está incluida y categorizada como vulnerable en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres.


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